(Nápoles, 7 de diciembre de 1598 - Roma, 28 de noviembre de 1680) fue un escultor, arquitecto y pintor italiano.Trabajó principalmente en Roma y es considerado el más destacado escultor de su generación, creador del estilo escultórico barroco.
Bernini poseía la habilidad de crear en sus esculturas escenas narrativas muy dramáticas, de captar unos intensos estados psicológicos y también de componer conjuntos escultóricos que transmiten una magnífica grandeza. Su habilidad para tallar el mármol llevó a que fuera considerado un digno sucesor de Miguel Ángel, muy por encima de sus coetáneos y especialmente de su gran rival, Alessandro Algardi. Su talento se extendió más allá de la escultura y fue capaz de sintetizar de manera brillante la escultura con la pintura y la arquitectura en un todo conceptual y visual coherente. Hombre profundamente religioso que puso su arte al servicio de la Contrarreforma, Bernini empleó la luz como un destacado recurso metafórico que completa sus obras, en ocasiones con puntos de iluminación invisibles que intensifican el foco de la adoración religiosa o amplifican el dramatismo de la narrativa escultórica.
Aprendió los rudimentos de la escultura en el taller de su padre, Pietro (1562-1629), un escultor manierista de cierto relieve. Fue también su padre quien lo puso en contacto con algunos de los mecenas más importantes de su tiempo, lo que le permitió manifestar su talento de una forma bastante precoz. En sus obras más tempranas (Eneas, Anquises y Ascanio, El rapto de Proserpina) resultan ya evidentes la ruptura con el manierismo tardío y una concepción radicalmente distinta de la escultura; el intenso dramatismo, la grandiosidad y la búsqueda de efectos escenográficos están ya presentes en estas primeras creaciones.
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Apolo y Daphne |
Bernini fue también uno de los mejores arquitectos del barroco romano, junto con sus contemporáneos Francesco Borromini y Pietro da Cortona. Al principio de sus carreras, todos trabajaron en el Palacio Barberini, pero después compitieron por los encargos de grandes obras y desarrollaron una feroz rivalidad, particularmente Bernini y Borromini. A pesar de la indiscutible calidad de Borromini y Da Cortona, Bernini gozó del favor de los papas Urbano VIII (1623–44) y Alejandro VII (1655–65) y por tanto se aseguró el proyecto más importante de la Roma de su tiempo, la basílica de San Pedro del Vaticano. El diseño de la Plaza de San Pedro que se abre ante la basílica es uno de sus proyectos arquitectónicos más innovadores y alabados.
Durante su extensa carrera, Bernini recibió numerosos encargos de gran relevancia, varios de ellos por parte del papado. A temprana edad llamó la atención del cardenal nepote Scipione Caffarelli Borghese, sobrino del Papa, y en 1621, con sólo 23 años, fue nombrado caballero por el Papa Gregorio XV. Realizó las obras más destacadas durante el pontificado de Urbano VIII y aunque no tuvo tanta preeminencia durante Inocencio X, volvió a gozar del favor de los pontífices Alejandro VII y Clemente IX.
La reputación del legado de Bernini disminuyó durante el Neoclasicismo, que despreciaba el arte barroco. Hubo que esperar hasta el siglo XIX para que, durante la búsqueda de una comprensión del contexto en el que trabajó Bernini, se reconocieran sus logros artísticos y se restaurara su reputación. En opinión del historiador del arte Howard Hibbard, durante el siglo XVII «no hubo escultores o arquitectos comparables a Bernini».
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El león de la fuente de los cuatro rios |
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Baldaquino de la Basílica de San Pedro. |
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Éxtasis de Santa Teresa, en la capilla Cornaro de laiglesia de Santa María de la Victoria de Roma. |
Su mejor aportación a la basílica de San Pedro fue, sin embargo, la columnata que rodea la plaza, justo delante del templo, que le ha valido elogios continuos por su armonía y sus efectos escenográficos. Esta columnata representó una gran novedad, no sólo por sus dimensiones, sino sobre todo por su disposición elíptica, una forma muy cara a los arquitectos barrocos, inclinados a conferir a todas sus obras efectos de movimiento. Las monumentales estatuas que la rematan en su parte superior dotan al conjunto de un aire todavía más majestuoso y solemne si cabe.
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La Plaza de San Pedro (1656-1657 |